Aun se oye el murmullo del personal saliendo aturullado. Las luces se fueron apagando una a una, dejando tras de sí el eco de las grandes funciones. En el escenario por momentos hubo algo, se consiguió lo que podríamos llamar un vínculo.
Has llegado a oír música que no sonaba, has llegado a ver personajes que no estaban ahí. Hay algo de mágico en ello. Una pizca solo, porque la mayor parte, como siempre, era mediocre. Aceptable en el mejor de los casos.
Ahora el atrezzo quedará por ahí durante semanas, cogiendo polvo. Una nariz de payaso, un sombrero con una pluma, un tocador. Una casita de muñecas, un cartel de Mr. Smoke, un sonajero. El silencio delata el vacío creativo, ya no queda nada que contar. Solo dejando la mente en blanco puede volver la inspiración.
Lo mejor para inventar nuevas historias es no buscarlas. Tu próximo personaje será un gambón a la plancha, bien de sal. Tu próximo relato hablará de cerveza y de un paseo silencioso, que disfrutarás sobremanera. Y una brisa marina terminará de vaciar tu disco duro. Y la risa de un niño suscitará la posibilidad de que jamás vuelvas a escribir.
Solo cuando esa idea cruce tu mente, cuando mires un ordenador y el teclado no atraiga tus dedos como si fuesen dos imanes de cargas opuestas, solo entonces, estarás preparado para volver.
Para reiniciar, antes desconectar.