Desconexión

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Aun se oye el murmullo del personal saliendo aturullado. Las luces se fueron apagando una a una, dejando tras de sí el eco de las grandes funciones. En el escenario por momentos hubo algo, se consiguió lo que podríamos llamar un vínculo.

Has llegado a oír música que no sonaba, has llegado a ver personajes que no estaban ahí. Hay algo de mágico en ello. Una pizca solo, porque la mayor parte, como siempre, era mediocre. Aceptable en el mejor de los casos.

Ahora el atrezzo quedará por ahí durante semanas, cogiendo polvo. Una nariz de payaso, un sombrero con una pluma, un tocador. Una casita de muñecas, un cartel de Mr. Smoke, un sonajero. El silencio delata el vacío creativo, ya no queda nada que contar. Solo dejando la mente en blanco puede volver la inspiración.

Lo mejor para inventar nuevas historias es no buscarlas. Tu próximo personaje será un gambón a la plancha, bien de sal. Tu próximo relato hablará de cerveza y de un paseo silencioso, que disfrutarás sobremanera. Y una brisa marina terminará de vaciar tu disco duro. Y la risa de un niño suscitará la posibilidad de que jamás vuelvas a escribir.

Solo cuando esa idea cruce tu mente, cuando mires un ordenador y el teclado no atraiga tus dedos como si fuesen dos imanes de cargas opuestas, solo entonces, estarás preparado para volver.

Para reiniciar, antes desconectar.

Vasos comunicantes

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¿Aquí mismo? Venga…

Nos sentamos. Terracita, sol. Una brisa de vez en cuando, oportuna. Temperatura deliciosa. Ella y yo solos, de momento. Qué jodía, pienso, es guapa a rabiar. Me encanta su cara, la miro y sonrío. Si me acerco demasiado me puedo encender.

¿Cervecitas? Sí, por favor. Marchando…

Charlamos. Hacemos tiempo, picamos unas banderillas que nos trae Ramón, el camarero. Me noto con suerte, me creo afortunado. ¿Por qué? Qué he hecho para merecerlo.

Suena su teléfono y ella contesta. Mi mente, como de costumbre, se da una vuelta por el expositor de teorías. La felicidad y el talento. El genio y la desgracia. Van Gogh.

Muerte a los 37, pobre como una rata. Vende un cuadro en vida, de 1.700. Un supergenio.

Ella cuelga, y me mira. “En qué piensas, tontín”, me pregunta. Su sonrisa es formidable. Tiene estilo siendo, irradia luz. Me pone que me vean con ella. Es así.

El otro día fuimos al cine, El Lobo de Wall Street. Qué crack el tío, ¿no? Audacia pura. Talento para hacer dinero. Delinque con clase, llega a lo más alto… Contrapartida: estafa, maltrato, adicción. Soledad.

¿Cómo estáis, chicos? Llega mi hermana, con mi cuñado y mis sobrinas. Persigo un poco a la mayor, le pongo las pilas. Río con ella, es canalla. Cojo a la pequeña en brazos, es tranquilona. Pasamos el rato de cháchara.

Tiene que haber una relación, un algoritmo que asocie la felicidad, no lo llamemos así, el destino, el bienestar, la suerte, con el talento. ¿No? Quizá si eres demasiado inteligente nadie te comprenda. Quizá si eres demasiado bueno te consumas demasiado pronto.

Empieza el partido. Mi cuñado y yo nos desmarcamos, en la barra se juega mejor. Dos pintas y a gozar. Empate a 2 final, aceptable hora y media. Nos miramos cómplices al ver pasar un mujerón. Vuelta a la mesa.

Arancha Sánchez-Vicario, 45 millones de euros en premios en la WTA, qué tía. Se lleva a matar con su familia, administraban su dinero. ¿Qué pasó ahí?…

Hay algo, seguro. Talento, bienestar, suerte, genio. Desgracia. Cuál es la ecuación… Mi sobrina me requiere. “Tío Rrrrrruno”. Está enredando con el perro de algún vecino que la mira divertido. Veamos qué pasa.

Espera, lo tengo. Vasos comunicantes. Cuando asciende el nivel en uno, por fuerza ha de bajar en otro. Ahí está. Joder, debo tener poquísimo talento…

¡Ramón, ponme un gin tonic!

Conversación a través del tiempo

Sombra

El futuro siempre llega demasiado rápido, y en el orden incorrecto
Alvin Toffler

– ¿Qué piensas ahora? ¿Qué te preocupa?
– Me preocupa… no sé, ¿encontrar el amor?
– Qué cursi eres, tío.
– Encontrar una tía, cojones. Una chorba, una jaca. Cómo te lo digo.
– No te preocupe, la vas a encontrar.
– ¿Cuándo?
– Eso no importa. Disfruta mientras tanto. Llegará.
– Joder… Qué putada, ¿no?
– No, putada no. Disfruta, hártate de… bueno. Tú ya me entiendes.
– Estoy hasta los cojones. Quiero romper con la noche.
– ¡Jaja! Sabes que no puedes. Not yet.
– Sí puedo. Quiero quedarme en casa viendo una peli, con ella. Una pizza, unas birras. Eso es lo que quiero. En plan tranquilo.
– Lo quieres porque no lo tienes.
– Lo quiero y punto.
– Olvídate. Todavía crees que un finde sin salir es un finde perdido. Y lo sabes.
– Bueno…
– No, bueno, no. Necesitas a los colegas, y esos copazos que os metéis entre pecho y espalda. Hazme caso.
– Las resacas empiezan a ser jodidas.
– Pues va a ir a peor.
– De hecho, ahora solo salimos un día. Joder, hace un par de años salíamos 4 noches por semana…
– Lo sé.
– Oye, ¿y el curro?
– Pufff… paciencia.
– No fastidies. ¿No has encontrado nada nuevo?
– De momento no.
– Pero tío… ¿No te has puesto las pilas o qué?
– Es complicado.
– Déjate de hostias.
– Eres impaciente.
– Jo-deer…
– Nadal ha ganado su noveno Roland Garros hace un par de semanas, por cierto.
– ¡¿Qué?!
– Ganó a Djokovic en la final. En cuatro sets.
– ¡Qué dices! Qué grande, Rafa… Ese sí que no falla.
– Casi nunca.
– Oye, ¿y qué tal estos?
– Bien, igual. Algunos ya van teniendo hijos…
– ¡¿En serio?! ¿Quién?
– Pues varios ya, con la tontería…
– Madre mía… ¿Y tú?
– Aún no. No hay prisa.
– Paciencia, ¿no? ¿Has hecho de la paciencia tu modo de vida?
– Las prisas son malas consejeras.
– Ya. ¿Y la familia?
– Bien también, creciendo. Ahora mamá es la abuela. Y tú eres el tío. En casa se montan buenos líos. Es divertido.
– ¡Qué ganas!
– ¿Qué ganas de qué?
– Pues de llegar. De verlo…
– No me escuchas. No tengas prisa. La prisa es lo peor que hay.
– Bueno, hay cosas peores…
– Fuera de coña, hazme caso. Trata de ilusionarte con lo que está pasando ahora, y no te lo tomes a la tremenda si no salen las cosas como tú esperabas.
– Entendido. Oye… ¿Ella cómo es?
– Olvídate de ella, cojones. ¡¿No me estás oyendo?! Piensa en el presente, el ahora. ¿Con quién andas ahora?
– ¡Con nadie, joder! Ese es el problema.
– ¿Última captura?
– Una tía de Usera que tenía un gato llamado Calamar. Muy fea.
– Ah, sí… Lo recuerdo. Estuvo gracioso.
– Fue una mierda. Quiero algo que valga la pena. Estoy cansado…
– Te voy a dar una hostia. Vive el presente, no te lo voy a decir más…
– Bueeno, vale… Pero desvélame alguna cosa, su nombre al menos.
– No. Eres un capullo. Me voy.
– ¡No! Venga, anda… no seas cabrón. ¿Me cuentas lo de Nadal y esto no?
– Es que nueve veces… es tremendo.
– Es la polla…
– Sí… Te va a gustar.
– ¿Nadal o ella?
– Ambos. Ahora me voy. Carpe diem, recuerda. O te caneo.
– Que síii…