John Williams

Hoy no voy a contar ningún rollo, ni voy a elaborar ningún relato. Solo quiero escuchar un poco de música. En realidad, me gustaría que lo hiciéramos juntos, en comunión. Como terapia.

Dicen que un recuerdo asociado a una emoción permanece grabado en el cerebro. Por tanto, un estímulo sensorial cualquiera puede en cualquier momento conectar con una emoción que se grabó en tu mente de niño. Una canción, por ejemplo.

Acabo de inventar una teoría, la teoría Matrioska. Consiste en que somos una sucesión de muñecas rusas, donde las más grandes van tapando a las más pequeñas. Pero con el estímulo adecuado, las grandes de pronto se pueden volver transparentes.

Aquello que define una parte de nuestra existencia se afianza en la memoria. Esto es claro, que diría Ancelotti. Tu sistema nervioso se debe conectar por tanto a estas melodías a través de décadas de pecaminosa madurez.

“Sólo recuerdo la emoción de las cosas”, dijo Antonio Machado, “y se me olvida todo lo demás”. Creo que la banda sonora de Superman la oía yo todas las mañanas al levantarme, sin despertador ni nada. John Williams le puso banda sonora a nuestra infancia. Las Matrioskas son ya invisibles del todo. Solo veo la original, la más pequeña.

¿Te pasa a ti también?

“¿Conoces ese espacio entre el sueño y la vigilia?”, le dice Julia Roberts a Robin Williams, “¿Ese lugar en el que aún recuerdas los sueños? Allí es donde siempre te amaré, Peter Pan. Y allí es donde esperaré tu regreso.”

Todos tenemos nuestro lado “Clint”, decíamos en la universidad cuando nos dejábamos barba en época de exámenes. Y todos tenemos también nuestro lado “Pan”.

Y lo mejor para el final. Llamadme loco, pero para mí esto es, literalmente, un anti-depresivo. Como un chute de insulina para un diabético, como un jarabe para el alma. El Dr. Jones es un estado de ánimo.

Si esta música afecta a tu cerebro en la misma medida en que afecta al mío, ahora mismo estamos los dos más o menos así.

Chaval

De todo corazón, Señor Williams. Un millón de gracias…

Química

Química

En mi mesa hay una vaca sonriente que escancia sidra. Es un souvenir de Asturias. ¿De qué está compuesta? Seguramente de plástico.

Pero ¿de qué está compuesto el plástico? Lo busco, y veo su principal componente: el Carbono.

El Carbono es también uno de los componentes principales del ser humano. Y también de La Tierra. Y del Sol.

Al final casi todo en el universo está formado mayoritariamente por Oxígeno, Carbono, Hidrógeno y Nitrógeno.

Nuestra atmósfera, 78% Nitrógeno. El espacio exterior, 75% Hidrógeno. Marte 95% Carbono y Oxígeno (o Dióxido de Carbono). El ser humano, 65% Oxígeno.

En la composición química de una persona también hay Fósforo, Hierro, Azufre o Sodio. Como en la de un cigarrillo, una bala, la lava de un volcán o el océano.

El concepto “un todo” me viene a la mente.

Lo medito, mirando a mi vaca de plástico. Junto a ella hay una goma de borrar. Está hecha de caucho. Miro la composición del caucho. Carbono e Hidrógeno. Como la vaca.

Como todo lo demás.

Vivir como una imagen

Imagen Elvis

Dijo Steve Jobs que es más divertido hacerse pirata que unirse a la marina.

Y las ruidosas multitudes paralizan sus rutinas para analizar este tipo de consignas. Después vuelve el bullicio, y la generalidad, naturalmente, se considera pirata. No hay nada más convencional que negar nuestra naturaleza convencional.

Dijo Albert Einstein que la imaginación es más importante que el conocimiento.

De nuevo la muchedumbre enmudece. Qué tío Einstein, con lo que sabía… Y enseguida nadie sabe nada, y muchos imaginan todo. Jode ser uno más, pero la honestidad empieza por reconocer los propios límites. No imaginas tanto, como sabes.

Bob Marley dijo “no vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta”.

Y en cuanto alguien lo saca del baúl, las redes sociales se llenan de hashtags con el lema. Que se aplique o no es lo de menos. Qué importa el motor si luce la carrocería. Solo un detalle: el miedo a la vulgaridad es lo que nos convierte, precisamente, en seres vulgares.

Dijo Pessoa que todos los hombres son excepciones a una regla que no existe.

Efectivamente: queremos meter un gol por la escuadra y no hay ni portería. Habitamos el epicentro de lo común, porque la norma que queremos trascender no existe. Buscamos la diferenciación sin tener claro de qué diferenciarnos. Si suena a distinto, gusta. Pero si gusta a todos, deja de ser distinto.

Ya lo dijo San Martín, serás lo que debas ser o no serás nada.

Hacer gravitar el eslogan a tu alrededor, alrededor del concepto de ti, es un error. No somos ese eslogan, no te puedes concentrar en una foto. Alcanza tu destino o no seas nada. La imagen es una cosa y el ser humano otra… Es muy difícil vivir como una imagen.

Esto lo dijo Elvis Presley.