Reflexión sobre Cataluña

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Cualquiera que saque 62 escaños de 135 posibles, con el segundo partido a 37 escaños de distancia, se daría con un canto en los dientes. Junts sacó el 46% del total de diputados, dejando al segundo, C’s, en el 18%. Ateniéndonos a este dato, la victoria es aplastante. Además, hay que sumar el resultado de la CUP, otros 10 escaños de independentismo. Van sobrados.

Es verdad que hace 4 días, antes de las elecciones, Junts sumaba 71 escaños. Es decir, ya estaban en posición de mayoría absoluta ellos solitos. Ahora dependen de la CUP. Sería lógico por tanto afirmar que el número de personas a favor de que Cataluña sea un estado independiente se mantiene más o menos igual, lo que cambia es su estructura. Ahora en la tarta hay más radicales. Cabría preguntarse los porqués…

A tenor de los resultados, menos de la mitad de los individuos que participaron en las elecciones quiere la independencia. Casi la mitad. De hecho, redondeando, se podría decir que de cada dos catalanes que votaron, uno quiere la independencia y el otro no. La participación fue del 77%. Matemáticas: del total del censo electoral, el 37% votó independencia y el 40% la rechazó. Y un 23% (más de 1.200.000 personas) se quedó en casa. Sería interesante saber qué hubiesen votado ellos (y por qué no votaron, ya puestos).

De los que sí ejercieron su derecho a voto, uno de cada dos quiere salir de España. Es bastante, ¿no? Me asalta la siguiente duda: ¿deberíamos sentir rechazo ante el independentismo? Quiero decir, ¿me debo sentir ofendido por su ideología? ¿Sus ambiciones chocan con las mías? ¿Me está agrediendo, a mí, directamente, de alguna manera? ¿Me está rechazando el independentista por el hecho de no querer ser español?

Lo que conduce a otra pregunta: ¿no quieren ser españoles? La nacionalidad española pretenden mantenerla. No veo en ello demasiada coherencia. Es como irte de casa de tus padres (medio enfadado), pero volver a dormir 3 noches por semana. Es quitarse de obligaciones pero mantener derechos. Es crear un estado de mentirijilla, una “independencia dependiente”. De hecho aseguran que la nueva nación será un miembro más de la Unión Europea. Claro, como antes entraba al club con papá, ahora me dejarán entrar solo. Lo de hacerse el carnet de socio es un engorro…

Por otro lado, se habla de que los que votaron “No” a la independencia tampoco quieren seguir como están. Me interesaría mucho saber exactamente cómo están y cómo quieren estar. Si lo que se demanda es más autogobierno, más transferencias y, en definitiva, ser un estado “de facto” dentro de un país, vuelvo a lo de antes: ¿derechos sí, obligaciones no? La pregunta entonces sería: ¿hasta qué punto nos compensa esto al resto de españoles? Votémoslo, sí. Pero votémoslo todos.

Mención especial en este panorama habría que hacer a Mariano Rajoy, con sus ridículos radiofónicos, sus platos y sus vasos. Deberíamos hacer una profunda reflexión sobre qué tipo de líderes hemos tenido en el pasado y cuáles queremos tener en el futuro. Esta gente que solo ve cuatro años por delante nos representa fuera y dentro de España. Su ridículo es en parte nuestro.

Por último, no puedo dejar de insistir en lo de la ley electoral. El 47% de votos constituyó el 53% de escaños. Lo siento, pero mi mente limitada sigue viendo en esto una ridiculez. 47% de votos, 47% de escaños. Tu voto debe valer lo mismo que cualquier otro.