A contrarreloj

Padre e hija

No me va a dar tiempo a tenerlo todo listo para cuando llegues, maldita sea… Me preocupa que lo encuentres todo manga por hombro. El tendedero, por ejemplo, aun no lo hemos colgado fuera, y todavía tendemos la ropa junto a tu cuna. Esto no puede ser, lo sé…

Tampoco tenemos el intercomunicador, la mochila portabebés, la trona… Yo me estoy volviendo loco, y mamá es una pelota de 8 meses, feliz y entusiasta. Las inquietudes me las deja a mí. Qué va, me atrapo yo solo. Ya no sé lo que me digo…

Las competiciones quedaron atrás, tranquila. Junté el calendario, entrené duro. A contrarreloj, como todo lo demás. Corre, ritmo, ¡ritmo! Hala, ya está. Ahora a dar paseos con mamá. ¡Y a escribir! Debería tener la novela terminada cuando llegues, para centrarme solo en ti. Me queda un capítulo. No me va a dar tiempo…

Las gestiones. Joder, las gestiones… El registro, la seguridad social, el padrón, la tarjeta sanitaria, el pediatra. La baja. Las mil y una ecografías. La silla del coche, la bolsa para el hospital. Son menudencias, lo sé. Creo que hay algo más gordo, más profundo, que quizá no quiero afrontar… Por eso me atasco con pijadas. Pero qué es…

Creo que está dentro. No es algo externo, se trata de una reorganización personal. Tengo que ponerlo todo en orden en mi cabeza, eso es. Hasta ahora he sido el niño. Tengo que evolucionar, cambiar el chip. Ahora la niña eres tú, yo debo ser el padre. Y no cualquier padre, claro. No me da tiempo, lo veo. No estaré listo cuando llegues…

Pero esta mañana me encontré con un amigo que me preguntó por mamá, “¿qué tal lleva Carmen el embarazo?” Yo le conté. Él me miró, sonriente, tranquilo. Tiene dos hijas. Puso su mano en mi hombro y dijo lo siguiente:

te vas a enamorar otra vez.

Pensé en ello un rato. Pensé que cuando conocí a tu madre yo era un niño y ella también lo era. Y nos enamoramos siendo niños.

Pensé en las palabras de mi amigo, y sobre todo en su mirada tranquila.

Y terminó la contrarreloj.