Entender el momento

No es nada del otro mundo. No destaca en nada, no es guapo, no es brillante. Se puede decir que pasa desapercibido. Pero para mí es un genio.

Es un genio porque siempre se pone el traje adecuado. Sabe ajustar los tiempos, controla el timing. Es de los que se suben a la barra en las despedidas de soltero, de los que se ponen finos de panceta en las barbacoas, de los que se emocionan en las bodas. De los que se devanan los sesos con un acertijo.

Sabe cuándo volverse loco, sabe cantar un gol y pedir otra ronda como nadie. Pero también sabe comer en un buen restaurante. Y es el más elegante en el cóctel de recepción del evento de turno, de pronto parece James Bond. Sabe adaptarse al entorno, respeta el escenario. Conoce el protocolo.

Además sabe escuchar. Y también callar. No siempre opina, no siempre cuenta su experiencia personal. Puede repreguntar al narrador una y otra vez, en un ejercicio de periodismo improvisado, hasta sacarle el jugo. Y cuando sí cuenta su historia, lo hace con pulso narrativo. Como un director en estado de gracia cuya película no es ni corta ni larga, ni vacía ni recargada.

También sabe jugar como un niño, y debatir como un adulto. Y al abuelo le mira con admiración cuando se arranca a contar batallitas. Sabe discernir entre lo importante y lo accesorio. Concede a los demás el mérito que merecen. Acepta las críticas. Encaja los golpes.

Sin ser bueno, en el campo le pone todos los cojones que hay que ponerle. Suda, corre, lucha. Como se suele decir, hay que matarlo. Pero después del partido se va de cañas con su equipo y con el equipo contrario.

Cuando toca trabajar trabaja, cuando toca descansar, descansa. Ríe cuando hay que reír, y si es necesario, también sabe llorar. Sus facetas son tantas como adjetivos existen. Creativo, serio, emocionado, preocupado, protector, vulnerable, orgulloso, solidario, canalla. Cachondo.

En realidad lo que más me gusta de él es que jamás busca retratarse como el mejor. No se vende, no hace auto promoción. No aburre al personal con sus medallas. Se guarda cosas para sí mismo. Se sincera de verdad con muy pocos.

Por eso creo que es un genio. Porque en cualquier situación, en cualquier ambiente, en cualquier lugar… sabe entender el momento.

Carrusel familiar

futbol-y-radio-siempre-unidos

(voz de locutor radiofónico deportivo)
Ya esssstá todo preparado para que comience la comida, la ppppppaella de marisco de Majus aguardaaaa, y ojo porque van desapareciendo los últimos lomitos del aperitivooo y va a comennnzar el festín en Casa Fredy… Vamos a ver… los comensales van tomando asiento, el abuelo presidiendooo, los hijos, las nietas, el equipo al commmpleto, la cocinera va y vieneee… ¡¡y da comieeenzo el pppartido en Casa Fredy!!

Candela se queja de su individual, ojo porque ya empezamos con polémicaaa… Le han puesto el rojo y ella quería el naranja, vamos a ver… el tío Bruno se lo cambia pero con una condiciónnn… y es que lo pi-da-por-fa-vor, ¡mamma mía, como empieza esto! Pero la niña no está por la labor, ¿no Rafa? Cuéntanos cómo se están viviendo estos primeros instantes a pie de mesa…

Pues sí, José María, aquí estamos a pie de mesa y parece que no hay nada punible en esta acción, la tía Carmen y la abuela se han metido en la tangana y parece que la cosa se va encauzando poco a poco…

¡Emmmpieza caliente el partido desde el pppprimer instante…! Recuerden que si pessstañean se lo pueden perder… Paula tira el vaso de cerrrrveza en una jugada marca de la casaaaaa, ha derrramado el zumo de cebadaaa, Rafa, y ojo en la otra banda porque Guillermo alias “Papi” amenaza con un “quieres cobrar” a Candela, que vuelve a hacer diabluras en tres cuartos de mesaaa… ¡Dios mío está bonito el parrrrtido …! El abuelo aprovecha para avituallar a los bebedores de vino, blanco-tinto tinto-blancooo… Y Majús se hace con la pppaellera, ¡vamos co-ci-ne-ra! El mundo en sus mmmanos, Rafa…

Una Majús, José María, que tiene unos números esta temporada espectaculares. No olvidemos que ha clavado las últimas 7 recetas, veamos si sigue la racha…

Sin duda memorables sus cachopos hace un par de jornadaaas… Pero volvemos al ppppartido Rafa, porque el abuelo Fredy y el tío Bruno parecen ennnzarzarse en una discusión sobre Pablo Iglesiaaaas, vamos a ver porque ¡PUEDE HABER TTTOMAATEEE, Rafa!… El abuelo argumenta bien y se está gustando, pero ojo al contraataque punzante del tíooo… Cuando Candela aprovecha la confusión para coger el último trozo de lomo que, ojo, puede contener alguna traza de lecheeee… ¡Y efectivamente!

Sí, José María, efectivamente el lomo le ha sido retirado a la nieta por su seguridad, y se le aplica ahora una amonestación verbal por la pataleta.

Quizá debería llevar ya alguna tarjetaaa, ¡pero el ccccolegiado está dejando jugar!… Mención especial merece por cierto la pequeña Carmencita, que está teniendo un comportamiento ejemplar desde el primer minutooo. Sin duda el jugador más deportivo en esta caótica reunión, Rafaaa…

Totalmente de acuerdo, José María… Chapeau Carmencita.

Y ojo a la tía Carmen porque ha metido un barco de pan en la paellera de proporciones colosaleees… Vamos a ver porque se para el juego, algunos jugadores protestan la acción, veamos la repeticiónnnnn… parece que es legal… Para mí, está en posición correcta cuando introduce el mendrugazo de pannn… ¡y continúa el parrrrrrtido, Rafa!

Así es, José María, continúa el partido tras esa jugada polémica, y las perras están también buscando lo suyo, saltando sobre los jugadores en busca de algún resquicio que llevarse a la boca. Y van escaseando ya gambas, mejillones, almejas, y por supuesto, arroz…

Este es sin duda el momento del tío Brunooo, que rrreebaña cualquier ocasión, y es en estos momentos cuando suele aparecer y mmmatar el partidoooo…

Es lo que tienen los cracks, José María…

Aunque como vemos mamá-Paula también tiene hambre en este tipo de lanceees, y también mete el cuerrrrpo por esos últimos granos, haciendo un arte del ataque al SSSSOCARRAT… Paula-Bruno, Bruno-Paula, y… ¡Emoción hasta la última cucharada, Rafa!

Empate técnico en estas últimas acciones, José María. Gran disputa final por ese socarrat. Cuando llegan los postres a la mesa.

Helados y bombonesss… ¡¡El descuento está que arde!! El abuelo se abalanza sobre el chocolate como un felino en posición de ataque, aunque ojo a Carmen que es una especialista en estas lides, ¡vamos malagueña!…

Efectivamente, José María, en el dulce Carmen no tienen rival y así lo ha demostrado una vez más. Finaliza el partido con Carmen en cabeza en nivel de azúcar en sangre. Los jugadores ganan túnel de vestuarios, bien para ver “Frozen” una vez más o bien para echar la correspondiente siesta.

Pues ya lo han oídooo, finaliza el pppppartido, como siempre con jugadas para el rrrrecuerdo y acciones para la polémicaaa, lo analizaremos todo más tarde en nuestro espacio de debate… Despedimos desde aquí, un placer como siempre, Rafa, y…

¡¡Esto ha sido todo desde CASA FREDY!!

Operación Castellaneta

homer_eating_donut_with_sprinkles_wallpaper-336x280

Miraba una página de venta de gayumbos por internet, cuando una llamada de mi contacto en la tercera planta me sacó de mi abstracción. “Catering en la Sala Castellaneta”, susurró Katerina, una especie de Mony Penny búlgara, eficiente, efectiva, efervescente. Lo dijo con risita incluida, como solo los almuerzos ejecutivos más importantes se anuncian.

De inmediato movilicé mis recursos. Empresa de tal envergadura no debe acometerse en solitario. Hice unas llamadas y contacté con mis socios: el Buitre burgalés y la Sabandija asturiana. Digo sus nombres en clave para no vulnerar la intimidad de Dani y Manu. Mi alias para esta operación: Cucaracha escrotil.

Al cabo de medio minuto ya estábamos los tres en el cuarto de baño preparando la estrategia. Los nervios son tales en estos casos que jamás se acierta a definir bien el plan de acción. Eso sin contar con los pobres desgraciados que entran a aliviarse al excusado, ignorantes de la información que se maneja a sus espaldas. Ante estas interrupciones disimulábamos de manera profesional. Buitre metía las manos bajo el grifo y Sabandija bajo el secador, mientras yo me dedicaba a sacar papel higiénico con cara de interesante.

Tras un primer análisis nos pusimos el traje de camuflaje y subimos a la tercera. Corbata, americana, portátil en mano. Apariencia ejecutiva. Al salir del ascensor, evaluación preliminar de la zona y toma de posiciones para establecer el perímetro de seguridad. La clave es mantener el control táctico sin llamar demasiado la atención…

Buitre hizo como que leía una revista corporativa sentado en el recibidor, junto a la mesa de Katerina, dejando la revista abierta precisamente por un anuncio de comidas. Yo fingí mantener conversaciones telefónicas deambulando por los pasillos, soltando cifras al azar y palabros como “kick-off” o “cash-flow”, y mirando de reojo a través del cristal de Castellaneta. Y la Sabandija simulaba un cortejo pre-coital con una nueva becaria, usando las gafas de ella como retrovisor.

Pero la puerta de la sala Castellaneta permanecía cerrada a cal y canto, y la tensión se iba acumulando en el ambiente. El hambre apretaba. Nuestras miradas se cruzaban, dubitativo el ánimo, debilitadas las tripas. ¿Aguantaríamos? Teníamos la gloria metida en el tupper, a un minuto de microondas de distancia. Y el tiempo avanzaba implacable, las 3, las 3 y media, las 4… Fueron momentos oscuros, de vacilación e incertidumbre. De penurias. De dolor, incluso.

Hasta que nuestros ojos contemplaron, con música celestial de fondo y en un halo de luz divina, como la puerta de la sala se abría por fin. Y entonces entramos desatados, como si fuéramos marines asaltando un búnker en el Día D. El Buitre burgalés se lanzó en plancha a por los sándwiches de queso azul, la tortilla de patata, y el jamón. Lo engulló todo sin compasión. La Sabandija asturiana cayó violentamente sobre croquetas, lomo y canapés de salmón con brie, no dejó ni las migas… Y yo ataqué los pinchos de carne y la tabla de quesos variados como si fuese mi última misión en este mundo.

Pero la espera había sido larga y queríamos más. La ansiedad que habíamos padecido nos empujaba a desquitarnos dando rienda suelta a nuestra indecente gula más allá de los límites de la cordura. Mientras uno se provocaba el vómito para poder continuar, los otros hacían malabares con las medias noches, o se embadurnaban la cara de ensaladilla rusa y foie gras… Y los tres comíamos y bailábamos muertos de risa, haciendo una conga alrededor de la mesa, regocijándonos en nuestro momento de gozo gastro-laboral. Nuestra era la eternidad ante la conquista de aquel festín…

No fue hasta un buen rato después cuando nos dimos cuenta de que la reunión no había terminado aún, y que los integrantes de la misma, entre ellos algunos de los directivos más importantes de la empresa, nos miraban desde un extremo de la sala estupefactos.

Entonces, cogiendo unas mini servilletas de papel nos limpiamos la comisura de los labios delicadamente, en un gesto muy inglés, y nos acercamos a la puerta con parsimonia.

“Caballeros”, dijo el Buitre burgalés, inclinando la cabeza a modo de saludo, y saliendo sin más. Nosotros, aun con empanada en los bolsillos, le seguimos muy serios, como si nada hubiera ocurrido.

Como si, en aquella operación desesperada y obscena, no hubiera ardido Troya en Castellaneta…

Jack y Mary

Jack y Mary

Sadie Marks nació en 1905 en Seattle, pero se crió en Vancouver.

Conoció a Jack Benny en un “Seder”, una comida ceremonial judía que se celebra en la primera noche de Pascua, cuando solo tenía 14 años. A Benny le había invitado su amigo Zeppo (Marx), con quien actuaba esos días en la ciudad. Sadie enseguida se enamoró de Jack, por la curiosa mezcla entre su sentido del humor y su timidez. Era 11 años mayor que ella.

Sin embargo, él cometió un error imperdonable aquella noche. Se levantó en plena actuación de violín de Sadie y se marchó de la fiesta, sabe Dios por qué. La noche siguiente ella decidió vengarse. Jack tenía función, y Sadie y sus amigas fueron al teatro para no reír. Se sentaron en primera fila, y lo bordaron de principio a fin. Benny lo reconoció años después: le jodió no arrancar ni una sola carcajada a esas cuatro niñatas de la primera fila.

Sus caminos volvieron a cruzarse años más tarde, sin saber él que ella era la mocosa del teatro. Sadie le rechazó en un primer momento, ya que se veía con otro hombre. Pero Benny no cejó en su empeño. Cuando supo que su novio se le había propuesto, Jack le dijo: “¡pero eres demasiado joven para casarte!”. Inmediatamente después, le pidió matrimonio. Se casaron en 1927.

Una tarde, cinco años después, Jack llamó a Sadie y le pidió que fuese inmediatamente al estudio. Una de las actrices del show no se había presentado y Benny apostaba por su esposa para interpretar el papel. El personaje se llamaba Mary Livingstone, y en el guión era una de las fans de Jack (en principio para un solo capítulo). Pero tuvo tantísimo éxito que Sadie entró a formar parte del show de forma habitual, y, primero en la ficción y después legalmente, se acabó convirtiendo en Mary.

Preguntado una vez por su éxito, Benny afirmó que todo lo bueno que le había pasado en la vida, le había ocurrido por casualidad. “Nunca estuve lleno de ambición, ni movido por un objetivo definido”, afirmó. “Nunca supe muy bien hacia dónde me dirigía”.

Tras 48 años de matrimonio, Jack falleció en diciembre de 1974. Al día siguiente de su muerte, Mary recibió una rosa roja. Un día después, recibió otra… Intrigada, llamó a la floristería para averiguar su procedencia. Resulta que Jack lo había arreglado para que su mujer recibiese una rosa cada día durante el resto de su vida.

Mary Livingstone murió nueve años después.