– Gente que dice “¡Hombre, señooor!”. No suelen tener nada interesante que decir, por eso exageran con el saludo. Muy frecuente en bodas y cenas de empresa.
– Gente que exclama “¡Jo, cómo vivís aquí…!”. O bien tiene envidia, o bien vive mejor que tú y pretende ocultarlo.
– Gente que te saluda siempre con un “hombre, tú por aquí”: pretenden demostrarte que ellos van más por ahí, que son más habituales que tú. Como si dijéramos, estáis los dos en el bar pero tú eres su invitado.
– Gente que entra quejándose cuando llega tarde. Te saludan resoplando, retorciéndose de desesperación. Fingen así que su retraso se debe a algún percance gordísimo que les tiene al límite de la supervivencia.
– Gente que te pregunta siempre, “qué… ¿viste el partido ayer?”. Futboleros monotemáticos, te hacen la pregunta hasta cuando no hubo partido.
– Gente que inmediatamente te cuenta su problema. Por ejemplo, “joder, tío, vengo del taller, mi mujer se la pegó contra una columna, menudo clavo me van a meter…”, y te hacen un gesto como retándote a contar una historia más trágica.
– Gente que no sabe lo que es un problema, lo tienen todo bajo control y cuentan historias fantásticas. La antítesis del anterior. También te retan con la mirada a que digas algo más extraordinario que lo suyo, si tienes cojones.
– Gente que se dirige a ti como “Campeóoon”. O cualquiera de sus variantes: artista, figura, machote. Son gente enérgica, optimistas por naturaleza. Te dan ganas de verles deprimidos alguna vez, por pura curiosidad.
– Gente que cambia su acento en función de con quién esté hablando. Buscan empatía. Y buscan “molar”. Es como ponerle un disfraz a la voz, les saca de la rutina. En ocasiones (las menos) ocurre cuando hablan con su madre y es auténtico.
– Gente que habla del tiempo. Muy habitual en ascensores.
– Gente que te saluda una vez sí y otra no. No llegan a despreciarte, porque entonces no te saludarían nunca. Parece que les gusta dar una de cal y una de arena, que no te relajes, vamos. Su saludo es valioso y no lo tendrás tan fácilmente.
– Gente loca por juzgar. Están deseando que les faltes al respeto, o que hables mal de las minorías, o defiendas a la iglesia, o trabajes en un banco, o critiques a Podemos. Saltarán a tu yugular al grito de “¡franquista!”.
– Gente que se auto promociona. Están en una especie de entrevista de trabajo eterna por ganar tu corazón. Muy activos en redes sociales.
– Gente que te pregunta algo y en cuanto empiezas a contestar, dejan de atenderte y se dedican a otra cosa. Les gusta que hables pero no escucharte. Tu voz, para ellos, es una especie de hilo musical.
– Gente que no te deja terminar una conversación telefónica. Os estáis despidiendo y justo un microsegundo antes de colgar, te sacan un nuevo tema de conversación. Y vuelta a empezar.
– Gente que sale con su iPhone. A juzgar por las caras que ponen mirando el móvil, sonrisitas nerviosas y demás, tienen una relación amorosa no ya con la persona que se encuentre al otro lado de la comunicación, sino con el propio dispositivo.
– Gente que te mira fijamente. Y durante un lapso de tiempo más largo del habitual. Puede gustar, si sientes que te están prestando atención, que muestran un interés desmedido en lo que cuentas. Pero puede resultar inquietante…
– Gente que siempre le da la vuelta a lo que dices. Necesitan demostrar su inteligencia dándole a todo un enfoque original. Por ejemplo, si dices que ayer tuviste que trabajar de madrugada, ellos dirán algo así como “eso quiere decir que los otros 364 días del año no trabajas de madrugada”.
– Gente que “conoce a mucha gente…”. De cualquier caso hipotético que se contemple, ellos conocen mucha gente en la misma situación. Ya puede ser abrir un bar, comprar una furgoneta hippy o viajar a la luna en bicicleta. Ellos conocen mucha gente que lo ha hecho. Normalmente, “mucha gente” significa “una persona”, y “gente” a secas, quiere decir “nadie”.
– Gente que te ve después de mucho tiempo y lo primero que hace es vacilarte. Generalmente, los amigos de verdad. Si te tratasen con decoro y educación, te preocuparías.
– Gente que te dice “yo te conocí cuando eras así” y ponen la mano a 80 centímetros del suelo. Tienes que creerles porque no hay pruebas en contra. Merecen un respeto, salvo que tengan tu edad, en cuyo caso se están quedando contigo…