Chechu el extraterrestre

Hyatt-Regency-Paris-Cosmos-Bar-Sign-1280x427

El otro día conocí a un ser del espacio exterior. Era un tipo corriente, nada de antenas en la cabeza, ni marcianadas por el estilo. De hecho, y esto es lo más curioso, era igual que yo. Idéntico, quiero decir.

Se sentó a mi lado en el autobús y me preguntó de qué iba todo esto.

    •  No soy de por aquí, sabe usted – aclaró.

Me quedé mirándole alucinado. Desde luego, qué buena táctica, pensé. Este tío no podría haber elegido una manera mejor de llamar mi atención. ¡Es como yo!

    • ¿Está usted bien? – me preguntó, chasqueando los dedos.
    • Eh… Sí. Perdone – me excusé. – Es que me pilla un poco por sorpresa. ¿Qué me decía?
    • Este planeta suyo, digo.
    • Ah, pues, no sé… Está achatado por los polos, con el eje un poco inclinado… Da vueltas alrededor del sol, y…
    • Todo eso ya lo sé, hombre… – me interrumpió.
    • Me llamo Pepe, por cierto. Encantado – me presenté.
    • Pepe – repitió. – Un nombre peculiar…
    • ¿Tú como te llamas? – le pregunté, ya tuteándole.
    • Chechu – contestó muy serio.
    • Mira… Chechu – comencé a decirle, – esta es mi parada, pero me caes bien, y tienes buena pinta. ¿Qué te parece si quedamos mañana en el Cosmos a las nueve? Es un pub irlandés, por Chamartín. Allí hablaremos tranquilamente.
    • De acuerdo – accedió.

Me despedí, y según bajé del autobús empecé a indagar por ahí, a recopilar opiniones sobre nuestro planeta. Pregunté a amigos, familiares, compañeros de trabajo… No podía contarles, naturalmente, que recababa información para un clon alienígena llamado Chechu. Todavía si se hubiese llamado Alf, y se hubiese parecido a Esperanza Aguirre…

Finalmente conseguí juntar unas cuantas “visiones” del mundo y presentarme en el Cosmos con los deberes hechos. Llegué temprano, pero Chechu ya me esperaba.

    • ¡Qué pasa, Chechu! – saludé.
    • Aquí estamos – dijo, levantando su pinta a modo de brindis. Me senté frente a él.
    • Traigo algunas opiniones de gente que conozco, creo que te interesará – afirmé.
    • Antes de nada, quid pro quo – declaró. – Formula tú una pregunta. Es lo justo.
    • Otra pinta, por favor, – le pedí al camarero. Después me dirigí a mi intergaláctico amigo. – Está bien… – lo pensé un momento. – ¿Cómo es tu civilización?
    • Como la tuya, pero más vieja – afirmó. – Hace miles de años nuestra estrella se extinguió, y llevamos viajando desde entonces. Buscando un planeta en el que asentarnos.

Y, tan tranquilo, le dio un buen trago a su cerveza. Yo saqué una hoja de papel donde lo había anotado todo, y lo desplacé sobre la mesa hasta su sitio. Él leyó.

  • La Tierra, un planeta donde la raza dominante destruye la naturaleza para vivir mejor hoy sin pensar en mañana, donde los que gobiernan dicen obrar por el bien de todos, pero cuyas acciones benefician solo a unos pocos, donde solo importa el poder y el dinero. Por favor, venid y conquistad la Tierra, no seréis peores…
  • Mis amigos, mi familia, mi trabajo. El equipo de fútbol al que sigo, los conciertos y los restaurantes, los libros. La Tierra es el lugar que rodeo con mis sueños. Es ese lugar al que estamos apegados, lo conocido y con lo que disfrutamos o nos conformamos.
  • La Tierra es belleza, sabiduría, diversidad… En ella hay que vivir para ver y sentir su grandeza. Asombra la historia de su evolución y de cómo hemos llegado hasta aquí. Sus habitantes le debemos todo, aunque no somos del todo conscientes; en algunos encontrarás lo peor que habita en ella, pero a pesar de eso te encantará.
  • No puedo explicarte lo que es La Tierra. Tienes que verlo. Hazte con un billetito de avión MAD-BCN-ORY-ROM-LHR-JFK-ORD-MEX-HAV-GIG-EZE-SCL-SYD-SIN-BKK-BJS-HND-DEL-JNB-NBO-CAI-TUN-ATH-MAD. Por ejemplo.
  • Los seres que habitan este planeta son capaces de pelearse y odiarse a cambio de muy poquito (dinero), pero capaces de quererse y ayudarse a cambio de nada. Son buena gente, aunque no esté de moda demostrarlo…
  • Agua, bacteria, anfibio, dinosaurio, meteorito, aniquilación, supervivencia, glaciación, ser humano, tecnología, ambición, guerra, creatividad, genio, duda, autodestrucción.

Chechu apuró su pinta, se levantó y me tendió la mano.

  • Vaya lío que tenéis aquí montado, anda – concluyó. – Pero, a pesar de todo… – hizo una pausa dramática y cerró nuestro encuentro intergaláctico como si de una compra-venta inmobiliaria se tratase – …nos lo quedamos.

Sobre escribir

Tienes una idea en la cabeza, esto es muy bueno, te dices. Hay que ponerlo por escrito. Lo vomitas corriendo sobre una página en blanco y te paseas orgulloso por la sala, dándote golpes en el pecho como Matthew McConaughey en El lobo de Wall Street. Por supuesto, al releerlo se te borra enseguida la sonrisa. Menuda porquería, te dices. La idea se intuye, pero la forma de contarla es verdaderamente infame. Hace falta remangarse y trabajarlo bien. Escribir es fundamentalmente reescribir. Vamos a ver, cojones…

Al cabo de un rato parece que lo has reconducido. Pero ya no te fías. Puede que sí o puede que no, mañana con la cabeza limpia lo veremos. De momento, desconectas. Otra parte fundamental del acto de escribir, desconectar. Al día siguiente relees y… la mitad de lo que escribiste es casi salvable. De nuevo vuelve Matthew McConaughey a poseerte. La otra mitad, eso sí, sigue siendo caca.

Y entonces vuelves a manchar el papel primero y asearlo después. Pones, rehaces, reordenas, redefines. Dar cera pulir cera. Es un proceso inevitable. Incluso aunque no te guste escribir, lo haces igualmente porque hay una cosa que llevas en los genes: crear. Es algo innato. Creas un discurso, un cuadro, una foto, una maqueta, un blog. Creas, siempre creas. Diseñas tu página web, preparas una receta, organizas una fiesta, montas una empresa. Construyes una familia. Aunque no lo creas (y perdona el juego de palabras), creas. Lo necesitas.

Por tanto, primer paso, cagarla (un poco). Segundo paso, ir buscando la mejora. Primero ensuciar después limpiar. La minuciosidad y la paciencia aquí son un grado. Se trata de ir subiendo el listón poco a poco. Prueba y error, no tiene misterios. Salvo cuatro genios (ni lo pienses, no eres uno de ellos), la estrategia es explorar. Explorar lo que no funciona para encontrar lo que encaja. Has de colocar los ladrillos en distintas posiciones, hasta que veas que la estructura es sólida. Después, pasas a los detalles.

Escribir, reescribir, desconectar, releer. Escribir, reescribir, desconectar, releer. Escribir, reescribir, desconectar, releer… Hasta que un día al releer pienses: “¡Coño, pero si esto no está mal!”.

Y de nuevo Matthew McConaughey.

January Blues

Whisky-Photo-by-Kyle-May-595x394

El bar estaba vacío, salvo por un bigote con forma de barman que le pasaba el trapo a las copas. En la tele ponían refritos de gente brindando con champán y comiendo uvas. Yo bebía whisky en vaso corto, atracado en la barra como un barco abandonado. De fondo sonaba un maldito blues.

Él entró, todavía con el pelo lleno de confeti y el cuello envuelto en espumillón, y se sentó a mi lado. “Qué tal”, me preguntó. “Aquí”, contesté dando un trago. “Joder, no veas”, comentó pidiendo un café. “Ha sido la hostia”.

  • Ya imagino – contesté, indiferente.
  • La gente se vuelve loca, tío… Comida y bebida hasta las trancas, fiesta hasta reventar… En fin, una locura…
  • Ya – me limité a decir.
  • Y luego los premios de la Lotería, las cenas de navidad, los propósitos de año nuevo, los villancicos… Es que no das abasto. En serio, no das abasto…
  • Como siempre, ¿no?…
  • Detecto… ¿un poco de mal rollo? ¿Puede ser?
  • Qué va…
  • A ver, ¿qué pasa? – me preguntó, fingiendo no saberlo.
  • Nada… Solo que ya me sé la historia. Me la sé de memoria. Todo fue guay, todo fue cool
  • Buenoo… ¿Ya empieza Don Sarcástico? – murmuró, enarcando las cejas.
  • Vamos a dejarlo, anda – propuse, dando otro trago.
  • No, cojones. Ahora me lo cuentas – insistió.
  • Pues que a mí me dejas empantanado, ¿no se te ha ocurrido pensarlo?
  • ¿Empantanado?
  • Soy la resaca de tu fiesta, ¿es que no lo ves? Ahora tus putos propósitos de año nuevo me los como yo con patatas. Tú brindas con champán por las clases de alemán, pero el que tiene que ir a hacer la inscripción y pagar la cuota soy yo.
  • Vaya… No sabía que…
  • De eso nada, claro que lo sabías. Te lo fundes todo en esos días, copita por aquí, marisquito por allá, jajajuju, regalitos a diestro y siniestro… Así cualquiera, cabrón. Y después de tus excesos me toca a mí salir a escena… ¿Y ahora yo qué? Qué coño hago yo…

El camarero bigotudo sirvió el café mirándonos con el ceño fruncido. Le había salido un palillo en la comisura de los labios.

  • Lo mío es solo un fin de fiesta, hombre – observó él, tratando de animarme. – No tiene la menor importancia. Se celebra, por tradición, por superstición, qué sé yo… por terminar el año con buen pie. Por reunir a la familia. Nada más. Tú eres el nuevo rumbo, el nuevo camino. ¡La nueva aventura!
  • ¡Ja! La nueva aventura… ¿Te crees que soy imbécil? ¡A mí me dejas los restos! Después de las farturas y el turrón, ¿qué me queda? ¿Eh? Dietas y ajustes económicos…
  • ¿Sabes lo que te digo?
  • ¿Que fue increíble? ¿Que te lo pasaste chachi?… – dije en tono burlón. – Venga, sorpréndeme.
  • ¡Que te den por culo!
  • ¡¿Cómo?! – contesté, sorprendido.
  • Yo soy un mero balneario, capullo. ¿Es que no lo ves? Tú eres la carretera. Y yo solo un motel en el que se para de vez en cuando. Un breve descanso de la realidad. Tú haces lo que realmente importa. El granito de arena para conseguir las cosas, para construir algo – declaró solemne, quitándose el confeti del pelo.
  • No te hagas la víctima ahora, ¿eh? No me jodas. Después de las farturas que te has dado… Está bien claro dónde está cada uno. – reiteré. – Tú tomas café y yo whisky. Tú te resistes a dormir. Yo me anestesio ante lo que se me viene encima.

Me levanté, dejando un par de billetes sobre la barra, me puse el abrigo y, antes de irme, me acerqué a su oído y le susurré mi advertencia final.

  • La próxima vez menos propósitos y menos fiesta, ¿me oyes? Hasta los huevos me tienes…